Pude compartir con el Papa Francisco la noticia más feliz, Juan Pablo y yo estamos esperando nuestro tercer hijo.
Me encanta bautizar los años con un gran deseo porque he comprobado que se acaba cumpliendo. Este 2016 decidí bautizarlo como el año de la alegría. Y efectivamente apenas había comenzado 2016 y en enero fue cuando justo se cumplieron los dos deseos que había pedido al año nuevo: que mi marido se lanzase a la práctica del esquí (ya que me encantaría poder algún día esquiar en familia, en la nieve es donde siento una libertad y una adrenalina que no experimento fuera de las pistas). El otro gran sueño era ampliar la familia. Pues resulta que volviendo de Sierra Nevada, de entrenar con mi equipo de la Fundación También y después de haber podido esquiar con Juan Pablo (que se lanzó valientemente por una pista incluso azul, y eso que lo suyo es el tenis), descubrimos que nuestro tercer bebé estaba en camino. Ha sido la mayor sorpresa que podíamos recibir.
Cuando nos enteramos Carlos tenía 3 años y medio y Gael ocho meses. Cuando vi esas dos rayitas mágicas en el test de embarazo sentí una emoción indescriptible pero más emocionante aún fue la respuesta de mi hijo mayor a si quería tener un hermanito o una hermanita: me contestó lleno de ilusión con una mirada dulce y excitada: ¡¡Sí mamá claro que quiero!! Fue un momento de felicidad único e inmenso.
Nunca había tenido una sensación parecida. Pero lo que jamás habría imaginado es que apenas un mes después íbamos a tener el honor y el privilegio de confesar este gran deseo y sueño cumplido al mismísimo Papa Francisco. Gracias a su proyecto personal de educación en valores a través del arte, el deporte y la ciudadanía, llamado Scholas, (al que se han sumado muchos países y cuya puesta en común fue el pasado 3 de febrero) pudimos compartir una tarde inolvidable con su santidad. Al acabar las exposiciones de los proyectos con jóvenes y niños de todo el mundo, de todas las razas y de todas las religiones, el Papa Francisco recibió a los jóvenes, sus familias, a los patrocinadores, representantes de tantos países, y entre todos ellos estábamos Juan Pablo y yo ya que había contado mi vida en la clausura de Scholas Ciudadanía en Madrid y el organizador, José María del Corral, decidió que ese testimonio de perdón lo escuchase el Santo Padre. Así lo hice, y tuve la oportunidad de recibir su bendición, su abrazo, su sentido del humor, su apoyo y su cariño. Algo que guardaré para toda mi vida con muchísimo amor y por supuesto con muchísima alegría.
Este grandísimo honor sin duda ha marcado nuestras vidas. Significara para siempre un antes y un después. Y la fuerza y el cariño que nos ha dado el Papa lo seguiremos transmitiendo y contagiando a otras personas que tengan diferentes necesidades porque sin duda hay que remar (como dicen los argentinos) en su misma dirección, hacia la paz, al margen de ideologías y religiones.
Cuando le dije que todo el dolor que había pasado estaba más que recompensado con esos dos hijos maravillosos y el que está en camino, y con un marido argentino, nos abrazo y nos dijo: pues que Dios te de paciencia!!
Nos estuvo contando también un chiste de argentinos y nos trató con tanto cariño que no pude resistirme a darle un beso y a abrazarle.
Acto seguido Juan Pablo y yo nos fundimos en un abrazo de emoción y las lágrimas no cesaban de caer por las mejillas de ambos.
Sin duda ahora nuestra vida está marcada por una persona única, un ejemplo de vida para todas las religiones y para todas las culturas y la fuerza y la magia del amor universal. Nuestra misión es seguir su ejemplo y seguir contagiando esto tan puro y necesario.