Mañana es el Día Internacional de los trabajadores, son tristemente muchos los que no tienen nada que celebrar. Se luchaba por una jornada laboral de ocho horas, sin embargo, son demasiados los no trabajan ni una sola, al menos no legalmente. Los que tienen la suerte de seguir trabajando, cruzan los dedos y ni se atreven a defender derechos como la baja laboral por enfermedad, no sea que pasen a esa otra lista que sigue siendo interminable y dolorosa para todos los españoles, la de los parados.

Superada la temible y devastadora cifra de los cuatro millones de parados. Que se lo pida a quienes llegan incluso a plantearse vender sus órganos para poder hacer frente a sus deudas, o a quienes no encuentran ocupación, o a los que han tenido que cerrar su medio de vida, o a esas familias, casi el ochenta por ciento, que viven endeudadas. Se suponía que íbamos a superar a Francia en la renta per cápita. Se suponía que eso de la crisis económica era una “falacia”. Lo cierto es que las empresas tienen que afrontar enormes problemas financieros y los pagarés sin fondos, la suspensión de pagos y las estafas, se repiten angustiosamente. Los consumidores, tienen que reducir gastos porque tienen que cumplir con bancos, hipotecas y préstamos.

Especial apoyo merecen hoy los autónomos y pequeños empresarios, esos que jamás se cogerán una baja y tratan día a día de mejorar nuestra malograda economía. Su valentía y talento tropiezan con esa injusta situación de afrontar grandes pagos sin ayudas.

Afortunadamente no todo en la vida es trabajo. Invirtamos en otras facetas importantes de la vida como el amor, la familia, la amistad, y no perdamos la esperanza de que esta situación cambie para que el año que viene podamos celebrar este día con la tranquilidad de saber, que después de la fiesta, vendrá la vuelta al trabajo.

AUTORA 

rbnNuevaIrene

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